El impacto económico de Alemania tras conseguir cortar su dependencia del gas ruso

En el momento en que el presidente de Rusia, Vladimir Putin, cerró los grifos de gas que proveen a Europa, Alemania temió más que nadie un invierno plagado de apagones.
Las autoridades alemanas se movilizaron para asegurar suministros alternativos, conscientes de la fuerte dependencia del gas ruso que había dejado al motor económico europeo bastante expuesto.
“La seguridad energética para este invierno está garantizada”, afirmó el canciller socialdemócrata Olaf Scholz en el Parlamento alemán.
Apenas unos meses después las luces de la navidad brillaron en todas partes, se respiró un tímido optimismo en el aire aderezado con Glühwein, (vino caliente). La estrategia que Alemania logró montar apresuradamente para arreglárselas sin el gas ruso parece estar funcionando.
En busca de proveedores

Los depósitos de gas del país están llenos, en parte debido a una frenética y costosa operación de compra en los mercados mundiales de hidrocarburos.
De esta manera, en la costa alemana del Mar del Norte, azotada por el viento, los ingenieros finalizaron en tiempo récord su primera terminal de importación de gas licuado.
El GNL es un gas natural que se enfría en forma líquida, reduciendo así su volumen y facilitando su transporte. Luego se vuelve a convertir en gas al arribar a su destino.
En Alemania este tipo de proyectos suele tomar años debido a la pesada burocracia. Sin embargo, las autoridades eliminaron trámites para que la obra se completara en un plazo de 200 días, aproximadamente.
La parte más importante de la terminal, una “unidad flotante de almacenamiento y regasificación”, aún no ha sido asegurada. Esta unidad es esencialmente un barco especializado en el que el GNL se convierte nuevamente a su estado gaseoso.
En poco tiempo, los buques tanqueros de países como USA, Noruega o los Emiratos Árabes Unidos podrían comenzar a entregar sus cargamentos en el puerto de Wilhelmshaven.
El operador de la terminal, Uniper, que ahora está controlado casi en su totalidad por el gobierno alemán, no ha querido informar sobre sus proveedores, pero insistió en que ya hay contratos en vigor por lo que Berlín tiene previsto construir otras cinco terminales de GNL. La mayoría deberían estar terminadas este 2023.
Una carrera contra el reloj

La potente industria alemana tuvo que contener la respiración a medida que el gobierno agilizaba su arriesgada estrategia.
“Si no tenemos gas, tenemos que cerrar el horno”, comentó Ernst Buchow, quien tiene una fábrica de ladrillos a media hora de Wilhelmshaven. Los ladrillos que produce deben cocerse en un horno gigante a temperaturas de hasta 1200 °C.
Hace apenas un año, los acuerdos con Moscú proporcionaban a Alemania 60% del gas que consumía, en gran parte a través del gasoducto Nordstream.
Pese a la importante oposición política y ciudadana, el gobierno esperaba poner en funcionamiento el controvertido Nordstream 2, que habría duplicado la cantidad de gas ruso que llegaba a Europa a través de Alemania.
Sin embargo, la invasión a Ucrania enterró estos anhelos.
La agencia federal de la red energética asegura que hoy Alemania se las arregla sin combustible ruso.
Pero, para evitar la escasez durante el invierno, sus expertos afirman que las terminales de GNL deben entrar en funcionamiento en los primeros meses de 2023 y que el consumo de gas debe reducirse 20%.
Llegados a este punto puede considerarse un gran logro nacional, pero la realidad es que no ha salido gratis..
La cara oculta y fea

Alemania, un peso pesado de la economía, a menudo consigue lo que quiere. Pero su nuevo apetito por el GNL está intensificando la demanda mundial.
“Hay un montón de países, sobre todo economías emergentes, que están fuera del mercado y ya no pueden abastecerse del GNL que necesitan, porque tienen menos poder adquisitivo que Alemania”, afirmó el profesor Andreas Goldthau, de la Escuela de Asuntos Públicos Willy Brandt.
¿Qué pasa con los planes de Alemania de completar su transición a un modelo verde? El GNL es, después de todo, un combustible fósil. Ante esto, todos los implicados en el proyecto de Wilhelmshaven insisten en que el GNL es un combustible “de transición”.
El alcalde, Carsten Feist, ha asegurado que la terminal de GNL no traerá muchos puestos de trabajo a la ciudad, pero que sus planes de crear un centro de energía verde sí lo harán.
“La transformación energética que necesitamos para que nuestro planeta tenga un clima habitable en 50 o 100 años, gran parte de lo que es necesario en Alemania, se producirá en y a través de Wilhelmshaven”, aseveró el funcionario.
Una factura abultada
Alemania, un peso pesado de la economía, a menudo consigue lo que quiere. Pero su nuevo apetito por el GNL está intensificando la demanda mundial.
“Hay un montón de países, sobre todo economías emergentes, que están fuera del mercado y ya no pueden abastecerse del GNL que necesitan, porque tienen menos poder adquisitivo que Alemania”, afirmó el profesor Andreas Goldthau, de la Escuela de Asuntos Públicos Willy Brandt.
¿Qué pasa con los planes de Alemania de completar su transición a un modelo verde? El GNL es, después de todo, un combustible fósil. Ante esto, todos los implicados en el proyecto de Wilhelmshaven insisten en que el GNL es un combustible “de transición”.
El alcalde, Carsten Feist, ha asegurado que la terminal de GNL no traerá muchos puestos de trabajo a la ciudad, pero que sus planes de crear un centro de energía verde sí lo harán.
“La transformación energética que necesitamos para que nuestro planeta tenga un clima habitable en 50 o 100 años, gran parte de lo que es necesario en Alemania, se producirá en y a través de Wilhelmshaven”, aseveró el funcionario.